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Encuentro de familias en Tui del 18 al 24 de agosto de 2024

Encuentro de familias en Tui del 18 al 24 de agosto de 2024

Encuentro de familias en Tui del 18 al 24 de agosto de 2024

20 sept 2024

Historia de una semana de verano…

…que regala mucho más de lo que promete

Juan y Paloma nos lo cuentan en la crónica que se adjunta con fotos expresivas.

Aquí incluimos el texto y alguna foto:

“Cariño, ¿de verdad queremos prescindir de una semana de nuestras vacaciones para irnos a Galicia a recibir formación? “Este horario debe estar mal, porque pone que hay que levantarse a las 7:30 de la mañana…”

Esta podría ser una conversación típica dentro de cualquier matrimonio al que se le pasa por la cabeza apuntarse al Máster (sabemos que oficialmente no es un Máster, pero tiene pinta de que por mucho que lluevan diplomas, esta denominación de origen ya no la vamos a cambiar). Estos matrimonios son también los que, al terminar la semana, están ya pensando en cuándo pueden inscribirse a la del siguiente verano y los que, cuando llegan al segundo encuentro y ven acercarse el ecuador, se empiezan a preguntar: “y cuando el Máster se acabe, ¿qué vamos a hacer después?”

El Máster tiene una magia especial que atrapa a todos los que pasamos por aquí, especialmente en la semana de verano y, particularmente, en Tui, donde las paredes de los Maristas nos envuelven con su sencillez y cercanía y que, sin grandes lujos, acaban enganchándonos a todos.

Tui 2024 no ha sido una excepción. En esta ocasión nos hemos juntado más de 25 familias, más de 65 niños y varios seminaristas/estudiantes, todos, orquestados por Don Javier y Don Juan José. Y es así, con ese espíritu, esas clases, en ese colegio, con esta gente, que te enganchas.

Te enganchas a las clases de Verónica Fernández, quien enciende en ti el deseo de educar a tus hijos en virtudes explicándoles que siempre hay que buscar la elección del bien mayor, con todo lo bueno, bello y verdadero que ello esconde. Te enganchas a Pérez-Soba, a quien no entiendes y que, aun así, querrías que sus clases no acabasen nunca, porque sientes que algo se te está quedando. Te enganchas a las horas santas, porque, a pesar de estar molido de cansancio, sabes que es ahí donde se juegan los minutos de oro del partido. No te enganchas a las pelis coreanas de tendencias confucionistas (¿o sí?), pero te quedas en el cine fórum hasta la una de la mañana cuando se ha cambiado de tema (siendo muy consciente de que el horario de las 7:30 no engañaba), y escuchas ensimismado las explicaciones de Pérez-Soba sobre la historia del Máster y sus derroteros…

Y todo eso que en sí mismo se gana todos los madrugones y todas las perezas, también regala mucho más: el pulpo de Lito y el arsenal de planes que montan Rocío y Chema, las sonrisas de los monitores a pesar de aguantar a 65 niños toda una mañana (vaya regalo de monitores hemos tenido), las catequesis de Lucas en las que los adultos acaban aprendiendo más que los niños a los que van dirigidas, el “me dicen por el pinganillo”, el Santo Rosario a la luz del atardecer, la generosidad de todas las familias, el descubrimiento de nuevos carismas, las canciones de nuestro coro, la yincana con los niños, las conversaciones en las comidas, la cafetera de Don Javier, la inquebrantable esperanza de Chiqui, las misas con niños (y sin niños también, que escuchar algo de vez en cuando no está de más), los partidillos en náuticos improvisados por los mayores, el arte para vender libros de Paloma y Juan Pablo…

Y todo esto que una familia vive en una semana sólo puede traducirse en gratitud. “Gracias” fue la palabra predominante que vibró intensamente en la tertulia final de testimonios, y es que gratitud es lo que sentimos todos por el regalo que supone para nuestras familias el enriquecernos tanto durante esta semana, en la que el Espíritu Santo se pasea con fuerza y eleva nuestras miradas a algo más grande, con entrega, en comunión.

Sin querer parecer determinista, grandilocuente o exagerado, se podría decir que, el mundo debería dividirse en tres grupos de personas: las que han hecho el master, las que lo están haciendo y las que aún no lo han hecho y/o no lo conocen y no saben que es el mejor regalo. Los últimos tienen la suerte de que aún pueden inscribirse y vivir tres veranos transformadores en Tui. Los que ya lo han hecho y, en especial los que lo acaban de terminar, estén probablemente ya en la búsqueda de algo parecido a esto para el verano siguiente porque “cuando se acabe el Máster, ¿qué vamos a hacer después?”.

El Máster, al fin y al cabo, consigue dejar un corazón encendido y ganas de vivir con plenitud la maravillosa vocación matrimonial y familiar.

“Si quieres cambiar el mundo, ve a tu casa y ama a tu familia”. Madre Teresa de Calcuta