Oswald Spengler en su obra de 1918 titulada La decadencia de Occidente, describía la vitalidad de una civilización en paralelo a como biológicamente se comporta un organismo vivo que nace, crece, alcanza su madurez y finalmente poco a poco, entra en el estado de vejez y muere. Este autor afirma que es una ley inexorable. Y el historiador alemán concluye que nuestra civilización occidental se encuentra en su etapa final, lo único que le queda es la decadencia que la conducirá irremediablemente a la muerte, en definitiva, lo único que quedaría es cómo gestionar la decadencia.

Por el contrario, otro historiador Arnold Toynbee en su vasta obra de doce volúmenes Estudio de la historia , si bien partía de la tesis de Spengler que toda sociedad o civilización nace, crece y muere; la originalidad del autor británico sería poner de relieve que ni el origen ni el desarrollo de una civilización es algo dado, como en el organismo vivo, sino que es fruto de una respuesta humana a un gran desafío. Piensa que hay una forma para sanar los males de una cultura. Dependería de una minoría creativa que se opondría a una tendencia inmovilista, o nostálgica adoptada por los que ostentan el poder político, y una masa moldeable a los criterios del pensamiento imperante en ese momento.