403_IGLESIA-Y-SOCIEDAD_ARTMatrimonio y familia como educación a la paternidad

Teresa Cid

Atravesamos una época histórico-cultural marcada por un profundo pesimismo antropológico, que se esfuerza paradójicamente por reconocer en el plano jurídico e institucional la dignidad y los derechos de la persona, que simultáneamente le son negados, sin embargo, con la razón y la conducta cotidiana. Algunos, desde la psicología social, señalan que la persona es un producto de las relaciones sociales y que su conciencia y su libertad son modeladas diariamente según el tráfico de influencias, la moda y los intereses de la comunicación social. Se ha oscurecido la certeza moral de que el ser humano tiene valor por sí mismo, y por ningún otro motivo o razón. El ser humano deviene cada día más “materia prima” para experimentación tecnológica, “factor productivo” para la agregación de valor.

¿Qué es lo que nos encontramos en el fondo de la realidad actual? Sin duda, más allá de una posible crisis económica o social, o de diversos ámbitos, nos encontramos ante una crisis del sujeto: la persona se siente incapaz de llevar a buen término la aventura que se le descubrió en la experiencia del amor. El sujeto actual se siente particularmente frágil en dos vertientes esenciales de la tarea de construir una familia: por un lado, la de la fidelidad al amor y por otro, la de la paternidad. La crisis de la fidelidad se presenta como la incapacidad de dar continuidad en el tiempo a lo que implicó en su vida el acontecimiento gozoso del afecto. La crisis de la paternidad se manifiesta en la dificultad o incluso rechazo de asumir el peso, que se advierte como excesivamente gravoso de dar vida a los hijos. La crisis de la paternidad es la clausura ante el futuro como posibilidad gratuita, es la crisis de la esperanza.

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