403_IGLESIA-Y-SOCIEDAD_ARTLa emergencia de la familia, la verdad de la educación

Juan José Pérez-Soba

“«Pues ¿qué será este niño?» Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él” (Lc 1,66). Esta exclamación tan humana procede de una mirada, mirar a un niño es percibir una llamada a participar del misterio de una vida que pide nuestra intervención. Pero la misma mirada invita a hacerlo no de cualquier manera, sino a modo de respuesta ante las exigencias propias de dicha llamada. Para comprenderlo bien, hemos de entender que la pregunta está bien formulada: la indefensión que el niño muestra es tal, que nos es connatural considerar inhumano preguntarnos: “¿Qué provecho sacaremos de este ser humano?” Se trataría de la máxima estrechez de miras, de querer medir una existencia humana incipiente desde los propios intereses, una mezquindad clamorosa. Pero tampoco es una buena traducción de la mirada proponerse la siguiente cuestión, desde luego más pertinente: “¿qué he de hacer con este niño para cuidarlo bien?” Es una mirada funcional que responde sin considerar el asombro ante una vida que se nos confía. El niño, con su presencia, pide algo más que un cuidado, pide una educación.

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