La vía de la interioridad: conciencia y amor

Juan José Pérez-Soba

“Consuélate, no me buscarías si no me hubieras encontrado”. Este pensamiento de Pascal de honda raíz agustiniana, expresa una de las convicciones más fuertes que inspiran su libro Pensamientos precisamente en su condición de apuntes para una gran apologética del cristianismo. La expresión tiene como fin abrir un camino hacia un Dios vivo que está realmente presente en la vida del hombre, pero que su descubrimiento requiere no ceñirse a la intención consciente, ni al juicio humano, sino que es preciso ir más allá, conducir al hombre al reconocimiento de algo previo a sus acciones y pretensiones, a una realidad que va a ser fuente de sentido de todas ellas. De aquí su infatigable insistencia ante el presunto incrédulo para incitarle a que busque a Dios por un medio cualquiera, aunque fuese mediante la práctica rutinaria de pequeñas acciones religiosas externas. Tal estrategia intelectual se fundamenta en la profunda seguridad de que es Dios mismo el que sale al encuentro del hombre, y que el problema no consiste en no encontrarlo, sino en no saberlo reconocer. El pensador francés quiere por tanto abrir una brecha para que el incrédulo o el mero indiferente pase de una simple “posibilidad intelectual” de la existencia de Dios pretendidamente neutra y realmente negativa, a una búsqueda positiva “como si Dios existiese”.